El debate sobre la vestimenta religiosa en espacios públicos recreativos ha cobrado una nueva dimensión en los últimos años. Mientras las piscinas municipales y los parques acuáticos se convierten en escenarios de controversias políticas y sociales, los centros acuáticos privados han encontrado una fórmula que permite conciliar la demanda de espacios inclusivos con el respeto a diversas sensibilidades. Esta alternativa se presenta como una solución pragmática a un dilema que enfrenta principios fundamentales como la libertad religiosa, la laicidad del Estado y el derecho al ocio sin discriminación.
El origen de la controversia: El caso de Grenoble y el debate del burkini
La ciudad francesa de Grenoble se ha convertido en un referente de la polémica que rodea el uso del burkini en instalaciones públicas. La decisión del alcalde de permitir esta prenda de baño en las piscinas municipales desató una oleada de reacciones que trascendió el ámbito local para convertirse en un asunto de debate nacional. Quienes defienden esta medida sostienen que prohibir el burkini constituye una forma de discriminación que impide a las mujeres musulmanas ejercer su libertad religiosa y de expresión, excluyéndolas del acceso a espacios de ocio que deberían ser para todos. Sin embargo, los detractores consideran que permitir esta prenda en espacios públicos compromete los principios de laicidad que definen el modelo republicano francés, argumentando que el burkini representa un símbolo de sumisión femenina incompatible con la igualdad de género.
La decisión municipal que encendió la polémica nacional
La autorización del burkini en Grenoble no fue un caso aislado. En España, la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, líder de Aliança Catalana, adoptó la postura contraria al prohibir explícitamente el uso de esta prenda en la piscina municipal de la localidad de once mil habitantes. La justificación oficial alegaba que el burkini dificulta las labores de rescate en caso de emergencia, argumento que fue rápidamente rebatido por expertos en socorrismo que aseguraron que el equipo de salvamento está preparado para soportar peso adicional y que la prenda no representa un riesgo mayor que otras vestimentas. Esta decisión se enmarca en una tendencia más amplia, dado que Orriols había manifestado anteriormente su intención de reformar la ordenanza de civismo para prohibir el velo islámico en escuelas y equipamientos públicos, pese a que el Tribunal Supremo ya había sentenciado en contra de prohibiciones generales de prendas como el burka en lugares públicos.
Posiciones enfrentadas: libertad religiosa versus principios de laicidad
El enfrentamiento ideológico que subyace a estas decisiones municipales refleja una tensión más profunda entre dos concepciones del espacio público. Por un lado, quienes priorizan la libertad individual ven en las prohibiciones un ataque directo a los derechos fundamentales de las mujeres musulmanas, negándoles el acceso a servicios básicos por motivos religiosos. Por otro lado, los defensores de la laicidad estricta argumentan que las concesiones a símbolos religiosos en espacios públicos abren la puerta a lo que denominan comunitarismo, socavando el modelo republicano que busca mantener la neutralidad religiosa en las instituciones del Estado. Este debate ha cobrado especial intensidad en Francia, donde los signos religiosos visibles están prohibidos en establecimientos educativos, excepto en universidades, y para trabajadores de servicios públicos, consolidando un modelo que algunos consideran protector de la igualdad y otros acusan de discriminatorio.
Las piscinas privadas como solución alternativa al conflicto público
Ante la polarización del debate en las instalaciones municipales, los centros acuáticos privados han emergido como una alternativa viable que permite satisfacer la demanda de espacios inclusivos sin entrar en conflicto con las normativas de laicidad aplicables al ámbito público. Estos establecimientos han desarrollado modelos de negocio que responden a necesidades específicas de diversos colectivos, ofreciendo flexibilidad en cuanto a códigos de vestimenta y horarios de uso. La clave de su éxito radica en su capacidad para segmentar el mercado y ofrecer servicios personalizados que no comprometen los principios de neutralidad que rigen las instalaciones públicas, aunque también han enfrentado sus propias controversias.
Espacios acuáticos exclusivos para mujeres: una respuesta a la demanda
La creación de horarios reservados o instalaciones exclusivas para mujeres en centros privados ha permitido que aquellas que prefieren usar burkini o vestimenta más cubierta puedan disfrutar de actividades acuáticas sin sentirse expuestas a miradas o juicios. Este modelo no es nuevo, pero ha ganado popularidad como respuesta directa a las restricciones impuestas en piscinas públicas. La asociación musulmana Smile13, por ejemplo, había privatizado el Speedwater Park en el sureste de Francia para organizar una jornada donde las asistentes podrían usar trajes de baño que cubrieran desde el pecho hasta las rodillas. Sin embargo, concejales locales y políticos de derecha y ultraderecha protestaron, acusando al evento de fomentar el comunitarismo y socavar el modelo republicano. Finalmente, tanto el parque acuático como el ayuntamiento de Pennes-Mirabeau anularon la reserva tras recibir amenazas, lo que llevó a la asociación a contactar al Colectivo contra la Islamofobia de Francia. Este incidente ilustra que incluso los espacios privados no están exentos de presión política y social.
Ventajas de los centros privados frente a las instalaciones municipales
Los centros acuáticos privados ofrecen varias ventajas en comparación con las instalaciones públicas. En primer lugar, gozan de mayor autonomía para establecer sus propias normas de vestimenta y uso, sin estar sujetos a las restricciones de laicidad que rigen en el ámbito público. Esto les permite adaptarse a demandas específicas del mercado, como ofrecer sesiones exclusivas para mujeres o permitir el uso de prendas de baño más conservadoras. En segundo lugar, al operar bajo un modelo de negocio privado, pueden segmentar su oferta y dirigirse a nichos de mercado que valoran la privacidad y la adaptación cultural. No obstante, esta libertad no es absoluta. En Marruecos, por ejemplo, hoteles, parques acuáticos y clubes de playa han prohibido el uso de burkini y velo islámico desde el verano de dos mil veinticuatro, consolidándose esta práctica en dos mil veinticinco. Estos establecimientos justifican la medida por motivos de higiene o imagen comercial, afectando principalmente a turistas musulmanas residentes en Europa. El Centro Marroquí para la Protección de los Derechos Sociales y el Desarrollo interpuso una queja formal ante el Consejo Nacional de los Derechos Humanos, alegando que estas prohibiciones vulneran los derechos fundamentales de las mujeres, especialmente la libertad de vestimenta y la igualdad de acceso a los servicios. Se han recogido testimonios y pruebas documentales de incidentes en ciudades turísticas como Marrakech, Agadir y Casablanca.
Modelos de negocio: cómo funcionan los centros acuáticos privados inclusivos

Los centros acuáticos que buscan ofrecer un espacio inclusivo han desarrollado estrategias específicas que les permiten atraer a un público diverso sin alienar a otros segmentos de clientes. Estas estrategias incluyen desde la implementación de horarios diferenciados hasta la adaptación de infraestructuras y servicios que respeten las necesidades particulares de distintos grupos culturales y religiosos. El objetivo es crear un entorno donde todas las usuarias se sientan cómodas y respetadas, al tiempo que se mantiene la viabilidad económica del negocio.
Horarios reservados y sesiones exclusivas para mujeres
Una de las soluciones más efectivas implementadas por centros privados es la reserva de horarios específicos para mujeres. Durante estas sesiones, la piscina o el parque acuático se convierte en un espacio exclusivamente femenino, donde las usuarias pueden usar el tipo de vestimenta que prefieran sin sentirse observadas o juzgadas. Este modelo no solo beneficia a mujeres musulmanas que desean usar burkini, sino también a otras que buscan mayor privacidad por razones personales, culturales o de comodidad. La privatización temporal de las instalaciones permite a los centros acuáticos maximizar el uso de sus recursos al tiempo que satisfacen una demanda de mercado específica. Sin embargo, estos eventos no están exentos de controversia, como demostró el caso del Speedwater Park, donde la presión política y las amenazas llevaron a la cancelación de una jornada privatizada por una asociación musulmana.
Infraestructura y servicios adaptados a necesidades específicas
Más allá de los horarios exclusivos, algunos centros acuáticos privados han invertido en infraestructura específica para atender mejor a clientas con necesidades particulares. Esto incluye vestuarios y duchas con mayor privacidad, zonas de acceso directo al agua que minimizan la exposición pública y personal entrenado en sensibilidad cultural. Algunos establecimientos también ofrecen trajes de baño específicos para alquiler o venta, facilitando que las usuarias puedan cumplir con sus preferencias de vestimenta sin tener que adquirir prendas especializadas. Esta adaptación requiere inversión inicial, pero se traduce en fidelización de clientela y diferenciación en un mercado competitivo. No obstante, la experiencia de una mujer en Marsella en julio de dos mil diecisiete muestra los riesgos incluso en espacios privados. La usuaria, alojada en una residencia privada con piscina, se bañó en burkini el primer día sin problemas, pero al día siguiente fue sacada del agua por el vigilante tras una denuncia del sindicato de copropietarios que alegó que se había bañado vestida y con velo. Se le prohibió usar la piscina el resto de su estancia y se le exigió pagar los gastos de desinfección de la piscina, así como una compensación por la inhabilitación de las instalaciones durante dos días. Se le retuvo una fianza de cuatrocientos noventa euros, pese a que el Colectivo francés contra la Islamofobia señaló que la mujer usaba un traje de baño diseñado específicamente para ese propósito, no ropa de calle.
Reflexiones sobre integración social y convivencia en espacios recreativos
El debate sobre el uso de prendas como el burkini en piscinas y parques acuáticos trasciende la cuestión meramente práctica o higiénica para convertirse en un símbolo de tensiones más profundas relacionadas con la integración, la identidad cultural y los límites de la tolerancia en sociedades cada vez más diversas. La forma en que se resuelvan estos conflictos tendrá implicaciones significativas no solo para el acceso de las mujeres musulmanas a espacios recreativos, sino también para el modelo de convivencia que queremos construir en nuestras comunidades.
El equilibrio entre respeto a la diversidad cultural y normativa común
Encontrar el equilibrio adecuado entre el respeto a la diversidad cultural y la aplicación de normas comunes representa uno de los mayores desafíos para las sociedades democráticas contemporáneas. Por un lado, el reconocimiento de la diversidad cultural implica aceptar que diferentes grupos tienen prácticas y valores que merecen respeto, siempre que no vulneren derechos fundamentales de terceros. Por otro lado, la convivencia en espacios compartidos requiere establecer normas mínimas que todos acepten, lo que puede generar tensiones cuando estas normas entran en conflicto con prácticas culturales o religiosas específicas. El caso del burkini ilustra perfectamente esta tensión. Mientras algunos ven su prohibición como una defensa de la laicidad y la igualdad de género, otros la perciben como una forma de discriminación que excluye a las mujeres musulmanas de la vida pública. Los centros privados ofrecen una vía intermedia al permitir que diferentes grupos accedan a servicios recreativos según sus preferencias, sin imponer una única norma para todos. Sin embargo, casos como el cierre del parque acuático Mojhaye Khoroushan en Mashhad, Irán, muestran el extremo opuesto. Este parque de sesenta mil metros cuadrados, uno de los mayores cubiertos del mundo, fue clausurado porque mujeres accedieron sin velo, poniendo en riesgo el empleo de mil trabajadores. El gerente Mohammad Babaei informó que el cierre se debió a ignorar las normas de castidad e hiyab. Desde la muerte de Mahsa Amini en dos mil veintidós, detenida por no respetar el código de vestimenta, más mujeres iraníes salen a la calle sin velo, lo que ha llevado al cierre de muchas tiendas y cafés por incumplir la obligación del velo impuesta desde mil novecientos ochenta y tres.
Perspectivas de futuro: hacia una sociedad más inclusiva sin renunciar a valores compartidos
El futuro de la convivencia en espacios recreativos probablemente pase por desarrollar modelos más flexibles que reconozcan la legitimidad de diferentes preferencias sin imponer una única visión. Los centros acuáticos privados han demostrado que es posible ofrecer servicios diferenciados que satisfagan necesidades diversas, aunque también han evidenciado los límites de esta estrategia cuando la presión política o social se vuelve intensa. Para avanzar hacia una sociedad más inclusiva sin renunciar a valores compartidos, será necesario promover el diálogo entre diferentes grupos, buscando soluciones pragmáticas que respeten tanto la libertad individual como los principios de convivencia colectiva. Esto implica superar posturas maximalistas que ven cualquier concesión como una amenaza o cualquier norma común como una forma de opresión. También requiere reconocer que la integración es un proceso bidireccional que exige esfuerzos tanto de las personas recién llegadas como de las sociedades receptoras. Incidentes como el de dos turistas británicas expulsadas de la piscina de un hotel en Albufeira, Portugal, el veintiuno de julio por usar burkini y que fueron informadas de que debían adaptarse a las costumbres locales, muestran que aún queda mucho camino por recorrer. Las turistas regresaron al Reino Unido sin presentar ninguna reclamación formal, pero su experiencia refleja las dificultades que enfrentan las mujeres musulmanas en Europa para acceder a espacios recreativos sin discriminación. En este contexto, los centros privados que ofrecen opciones inclusivas representan no solo una oportunidad de negocio, sino también un modelo de convivencia que podría inspirar políticas públicas más equilibradas en el futuro.
